Por Sofía Tejada Retamozo

Afiliada Maryknoll, Capítulo Perú

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Antes de esta Pandemia yo pensaba que todo estaba avanzando bien, yo llevaba mi vida con normalidad, estudiaba, cuidaba a mi hijo y pensaba en progresar, y que todo estaría bien a pesar de que sabía que había hambre en muchas partes incluyendo mi país, Sabía que los desplazados en Siria aumentaban, que el racismo se daba, que Trump negaba el cambio climático. Sabía que las multinacionales crecían a costa del medio ambiente, que la violencia doméstica y contra los niños existía, pero como todos decían que estaban haciendo su trabajo y se hacían de la vista gorda, me gustó pensar que todo estaba “bajo control”.

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Súbitamente, todo cambió, un nuevo virus probablemente conectado con un murciélago y salido de un mercado chino, arrasa la humanidad, se paraliza el mundo, aviones no salen, se cierran fábricas, se fueron las fiestas, restaurantes, etc. Y nosotros nos vemos en una cuarentena obligatoria. De pronto salen voces diciendo que este virus nos ha hecho iguales a todos porque ataca a niños, mujeres, jóvenes, ricos, pobres, negros, blancos que el miedo se ha apoderado de todos, de los pobres y los ricos, de los directores y los dirigidos, todos tenemos miedo.

Pero, en realidad este virus ¿es tan democrático?, No, no nos ha hecho a todos iguales, parafraseando a algún analista de mi país diré, este virus es una tormenta que cae sobre todos pero resulta que no todos estamos en el mismo barco, unos pueden ir a clínicas otros están tirados en las calles o puertas de hospitales, y si están dentro del hospital están sin oxígeno, unos tienen para comer y otros están pidiendo comida para no morir de hambre, resulta que el virus no nos ha hecho iguales, lo que ha hecho es mostrar de manera cruda el mundo que estábamos construyendo y que parecía estaba  bien.

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Esta pandemia  también ha sacado lo  peor y lo mejor de nuestra humanidad, vemos empresas y personas que se enriquecen con  el dolor y la muerte de otros, suben las medicinas, el oxígeno, las clínicas suben sus tarifas, para ellos la muerte es su beneficio, pero también hay otros que se solidarizan y hacen campañas para  repartir vivieres, repartir medicina etc. Esta Pandemia está poniendo delante de nosotros la muerte y la vida, y nosotros tenemos que elegir en que grupo queremos estar, en el primero o el segundo.  Tenemos delante una elección que hacer de vida o muerte. Si elegimos la muerte y el beneficio personal, nada cambiará, pero si elegimos la vida tendremos la oportunidad de recrear una sociedad más justa y fraterna.

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TENGO MIEDO, Y TENGO ESPERANZA. EL MIEDO me ha hecho detener y reflexionar: El mundo que estábamos construyendo no estaba bien, ignoramos las señales de angustia de la naturaleza, de la humanidad entera. Tenemos que superar la crisis e iniciar un mundo mejor para todos; ahí es cuando entra MI ESPERANZA y mi sueño de empezar una nueva realidad. Esto no sólo se trata de esperar una vacuna o las medicinas adecuadas, no sólo es ciencia y tecnología, es política y  es cultura también, es  valores, es el cambiar  el individualismo  por la acción colectiva,  la avaricia por la generosidad,  la violencia por la tolerancia,  el autoritarismo por participación, la corrupción por la honestidad, el consumismo por la mesura. Lograr esto requiere que todos tengamos el mismo sueño y la misma esperanza, si se puede construir una humanidad solidaria, fraterna, justa.

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Los jóvenes tenemos que mirar a los ancianos y escuchar las lecciones de vida que ellos tienen, esto en cierta forma es mirar la historia y querer cambiarla. Seguramente va a ser muy difícil pero si empezamos  a actuar diferente, si empezamos a dejar el egoísmo y hacer gestos concretos de solidaridad podremos ir contagiando a otros el sueño de que sí se puede hacer una sociedad diferente, sólo tenemos que dar el primer paso, no nos quedemos paralizados y  encerrados pensando “cómo sobrevivo yo a esta pandemia”.  Sino que tenemos que pensar como SOBREVIVIMOS TODOS A ESTA PANDEMIA.

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